viernes, 10 de julio de 2009

Segundo cuento - El gusanito triste

Hace mucho tiempo existía un hermoso bosque lleno de alegría, ya que todos, todos sus habitantes, tanto animalitos como bichitos, estaban siempre muy pero muy contentos...
A ver … ¡¡Un momento!! Todos salvo un pequeño y feuchito gusanito color marroncito, no se encontraba alegre, estaba tan triste que sus lagrimitas regaban el pastito en que se encontraba acostado.

Los pajaritos que volaban jugando entre sí, se pararon al verlo y preguntaron:
– ¿Por qué lloras?
- Porque estoy triste-, respondió el gusanito.
- ¿Y por qué estás triste?-, preguntaron los pájaros.
- Por muchas cosas-, contestó él.
- ¡Cuéntanos, cuéntanos!-, dijeron trinando los pichoncitos.

El gusanito, con una patita delantera, se limpió una lágrima y comenzó a hablar:
- Bueno, primero no tengo mamá, por lo tanto no la conocí. ¿Por qué me dejó? ¿Será porque soy tan feuchito que no le gusté y se fue dejándome aquí solito y amargado?
-Mira, yo no te veo tan feo – dijo el pajarito más pequeño.
- Yo tampoco- se agregó el segundo.
- Y mirándote bien a mí me pareces muy simpático- contestó una pajarita.
- Ustedes son muy buenos ¡sniff, sniff!!-, lloró el gusanito y diciendo adiós se metió en una cuevita de la tierra.

Al día siguiente al salir de su casita, vio el cielo tan celeste y el solcito tan calentito, que llegó a pensar que con un día tan lindo quizás su mamá volvería. Quietito en un mismo lugar esperó horas y horas y de pronto apareció una mamá gusano que llevaba a cuatro coloridos hijitos.
- ¡Señora, señora!-, habló el gusanito, loco de contento -¿Es usted mi mamá??
La señora gusano, que en realidad era muy antipática (¿Sabés que es "antipática"? Que no es simpática ni agradable) contestó enseguida:
- ¿Cómo se te ocurre? ¿Acaso no ves bien? ¡Mira mis lindos hijitos, qué hermosos colores tienen, iguales a los míos! Mientras que tú…tú… Bueno, eres tan insignificante... (¿Sabés qué significa esa palabra? Significa que estás pero nadie te tiene en cuenta como si no estuvieras) ¡Faltaba más!-, y muy coquetona siguió su camino con sus hijos que al pasar delante del gusanito expresaban: -¡Faltaba más!

¡Pobre gusanito! Ahora no sólo estaba triste sino que tenía vergüenza de ser tan feíto y se escondió en un arbolito que estaba cerca de allí.

Al verlo subir por su tronquito el árbol río y le dijo:
- ¡JA,JA,JA! Despacio, que me haces cosquillitas, ¡JA! JA JA!!
-¿A mí me hablas?- exclamó el gusanito.
- Sí, a tí, mi querido gusanito. Pero ¿por qué esa cara de limón?–, rió el árbol.
- ¿Te parezco gracioso?-, preguntó el gusanito -Estoy solo y encima mi mamá me dejó por feíto...
- ¿Cómo dices una cosa así? -, dijo el árbol, ahora sí muy pero muy serio. - ¿Qué sabes como era tu mamá? Quizás por alguna razón ella tuvo que irse, pero eso no quiere decir que no volverá, algún día no muy lejano vendrá a buscarte.
- ¿Tú crees? ¡Ah, querido señor árbol, ojalá fuera cierto! Pero…pero ¿cómo voy a reconocerla si nunca la he visto y ella tampoco a mí?
- ¡EH, EH!... Para, niño, para… No te enloquezcas, confía en mí.

El gusanito estaba tan agradecido al señor Árbol que le juró que nunca, nunca, se iría de su cuevita en el tronco. El árbol sonrió pensando en silencio que un día se iría como lo había hecho su mamá. Pasó el tiempo y el gusanito se hizo tan amigo del señor Árbol, que nunca más se sintió solo y cada día que pasaba anotaba una rayita en su tronco esperanzado con el regreso de su mamá.

Un día el gusanito le dijo al árbol:
- Hoy no me siento bien, no sé que tengo, me siento enfermito.
El árbol lo miró y comprendió que faltaba muy poco para que su nuevo amiguito se fuera para siempre. El gusanito eligió una ramita y con un hilito comenzó a tejer alrededor suyo un hermoso capullo (¿Sabés que es un capullo? Es como una casita de algodón sin puertas ni ventanas). El árbol muy dulcemente tapó al capullo con una rama para que el viento no lo tirara.

Pasaron los días y el capullo comenzó a moverse, luego a agujerearse y poco a poco aparecieron unas patitas y una cabecita con los mismos ojitos que el gusanito. Pero ¿¿saben qué??. Ahora era una hermosísima mariposa y cuando estiró sus lindas alas parecía que llevaba un vestido de cristales. El gusanito voló hasta el lago y en sus aguas como si fuera un espejo, se miró. Se tocó la carita, porque no podía creer lo que estaba viendo. Era una hermosa y elegante mariposa.

Voló alrededor de su amigo y le dijo:
- Tú sabías, ¿verdad?
- Sí-, contestó el árbol, -Lo sabía y alguien pronto vendrá a buscarte...
- ¿A mí?
- Sí, a tí-, contestó el árbol mirando el cielo.
Inmediatamente se oyó un aleteo y sobre una de sus ramas se posó una mariposa igualita, igualita al gusanito...¡Perdón, perdón! ¡A la mariposita!

Enseguida comprendió que era su mamá y se abrazaron tan fuerte, tan fuerte, que parecían una sola. Ahora entendía lo que había pasado, nunca la habían abandonado.

Ambas mariposas miraron al señor Árbol con agradecimiento.
- ¡Nunca te olvidaremos querido amigo!- dijeron las dos.
- Yo tampoco-, dijo tristemente el arbolito, escondiendo una lágrima, y continúo:
- ¡Pero deben apurarse, el tiempo apremia! Es decir que te apura. Debes conocer todo lo bello del mundo y pronto me traerás otro gusanito, pero ahora será tuyo y tendré que alegrarlo y cuidarlo como hice contigo.
- Gracias por haberme amado a pesar de que sabías que un día me iría-, dijo la mariposita estirando lo más que pudo sus patitas para poder así abrazar un poquito al árbol.
-¡Pronto nos veremos!-, dijeron las dos mariposas, dibujando hermosos trazos en el cielo.

Los ojos del pobre árbol estaban tan llenos de lagrimitas que poco podía ver a sus amiguitas. Pero una vez más comprendió que eso era Amor, era Amistad, y que pronto volverían con compañía. Y entonces su sonrisa iluminó su tronquito y estiró mucho, mucho, sus ramitas para parecer más grande... Y quién te dice que algún gusanito llorón lo viera y entrara en su cuevita, que con ansiedad y mucho cariño lo estaba esperando...

Y Colorín Colorado este cuento ha terminado.

¡Hasta pronto!

La Abuela Tata

martes, 7 de julio de 2009

Primer Cuento - La Florcita Margarita

Sucedió hace mucho, mucho tiempo en el hermoso país de la Fantasía… (¿Sabés que es la “Fantasía”? Es el país donde todo es posible gracias a la Sra. Imaginación, que es la que crea las cosas y la Sra. Memoria que las guarda en pequeños cajoncitos para poder contarlas cuantas veces se desee). Bueno, como te decía, allí nació una pequeña florcita llamada Margarita.
Mientras abría sus ojitos, miró hacia arriba y vio un hermoso cielo y un solcito que le daba calorcito y mucha luz.

La florcita se preguntaba por qué no podía volar. Y se sintió muy solita y triste con sus piecitos agarrados a la tierra.

De pronto se oyó un bullicio… (¿Sabés que es un “bullicio”? Es como muchos ruiditos juntos). Bueno, bueno… como te decía, un hermoso pajarito de plumitas verdes, colita azul y piquito rojo daba vueltas alrededor suyo:
-¡Hola florcita!- cantó el pajarito
-¡Hola pajarito!- contestó Margarita, y comenzaron a jugar como si se conocieran de mucho tiempo atrás, el pajarito volando alrededor de la florcita y ella sonriendo muy entretenida.

Así transcurrió todo el día hasta que el solcito comenzó a caer. El día estaba terminando y el pequeño pajarito se despidió prometiendo volver al día siguiente. Margarita quedó solita y ocultó la carita entre sus pétalos porque sintió miedo al ver que el cielo se ponía oscuro, y se durmió.

Al día siguiente ni bien se despertó, miró a su alrededor pensando en encontrar a su amiguito, quien no tardó en llegar y comenzaron a jugar. Así transcurrieron muchos días y Margarita se sentía tan feliz que olvidó que no podía sacar sus piecitos de la tierra.

Pero una mañana, Margarita esperó en vano y su amiguito no volvió (¿Sabés que es “en vano”? Significa que no se realiza lo que deseas). La florcita, inquieta, pensó que le había pasado algo malo. Quizás estuviera enfermo o, peor aún, quizás se había cansado de ser su amigo y no volvería más. Afligida, pensó (¿Sabés que es “afligida”? Significa preocupada) que no sabía su nombre, tampoco podía ir en su busca porque sus piecitos estaban agarraditos a la tierra. Y sintió mucha, mucha tristeza, todo le parecía apagado al no escuchar el parloteo de su amiguito (¿Sabés que es el “parloteo”? El ruidito de las charlas).

De pronto, el cielo cambió de color y se puso gris y comenzaron a caer unas gotitas que mojaron su cara. Enseguida cerró sus petalitos y se escondió pensando que la lluvia era mala. Pero al día siguiente, al despertar, miró a su alrededor y vio que el pastito estaba más alto y más verde, las plantitas habían crecido y en los charquitos que se habían formado, se bañaban los pajaritos. Comprendió entonces la florcita que la lluvia era buena porque ayudaba a crecer a las plantitas y los pajaritos disfrutaban de lo lindo tomando agua con sus piquitos.

¡Qué alegría sintió Margarita al oír el ¡TUI! ¡TUI! de su amiguito que había regresado!
¿Pero qué veían sus ojos? ¡¡¡Su amigo no era amigO, era amigA!!! Era una cotorrita y traía con ella cinco hermosas y pequeñas cotorritas. ¡Eran sus hijitas!! ¡AHHH! … ¡Cómo jugaron todo el día! Margarita estaba tan contenta, que no se afligió al ver que uno de sus pétalos había caído.
Una cotorrita le dijo: - No te preocupes, Margarita, llevaré tu pétalo a conocer lo que es una montaña. Y así lo hizo y a través de su petalito supo cómo eran las montañas.

Transcurrieron los días y en cada uno de ellos la florcita perdía un petalito, que era levantado por el piquito de alguna de las cotorritas que volaron a mostrarle otras cosas. Y así, sin moverse de ese lugar, Margarita conoció los ríos, las lagunas, vio los patitos en ellas, conoció las ranitas y voló junto a las mariposas. ¡Qué feliz se sentía!

Una tarde, sus amiguitas decidieron quedarse junto a ella durante la noche. Ese día Margarita miró con un poco de miedo al cielo, pensando que al irse el sol quedaría todo oscuro. ¡Grande fue su sorpresa al ver que el cielo se llenaba de pequeñas chispitas llamadas estrellitas! Conoció también a una señora gordita llena de pequitas (¿Sabés que es una peca? Son esas hermosas manchitas que tienen algunos nenes en sus caritas) que iluminaba todo el bosque, llamada Señora Luna.

A la florcita no le alcanzaban los ojitos para mirar tanta belleza (¿sabés que es la belleza? Algo muy, muy lindo). Miró a su alrededor y vio a las cotorritas dormidas y comprendió que a pesar de que se estaba quedando un poco peladita, tenía que agradecer tantos conocimientos pues había recorrido muchos lugares aún sin moverse de donde estaba. Y sintió una alegría y una emoción muy grande por haber conocido eso tan lindo que es la Amistad y también sintió que había dado y recibido mucho Amor.


Y con una sonrisa muy, muy grande se durmió esta vez con los petalitos al viento, tranquila, sin miedos y agradeció a ese ser tan grande y bueno del que había oído hablar, ese señor llamado DIOS. Y colorín colorado… este cuento ha terminado.
¡ Hasta pronto!!
Abuela Tata.