
Mientras abría sus ojitos, miró hacia arriba y vio un hermoso cielo y un solcito que le daba calorcito y mucha luz.
La florcita se preguntaba por qué no podía volar. Y se sintió muy solita y triste con sus piecitos agarrados a la tierra.
De pronto se oyó un bullicio… (¿Sabés que es un “bullicio”? Es como muchos ruiditos juntos). Bueno, bueno… como te decía, un hermoso pajarito de plumitas verdes, colita azul y piquito rojo daba vueltas alrededor suyo:
-¡Hola florcita!- cantó el pajarito
-¡Hola pajarito!- contestó Margarita, y comenzaron a jugar como si se conocieran de mucho tiempo atrás, el paj
arito volando alrededor de la florcita y ella sonriendo muy entretenida.
Así transcurrió todo el día hasta que el solcito comenzó a caer. El día estaba terminando y el pequeño pajarito se despidió prometiendo volver al día siguiente. Margarita quedó solita y ocultó la carita entre sus pétalos porque sintió miedo al ver que el cielo se ponía oscuro, y se durmió.
Al día siguiente ni bien se despertó, miró a su alrededor pensando en encontrar a su amiguito, quien no tardó en llegar y comenzaron a jugar. Así transcurrieron muchos días y Margarita se sentía tan feliz que olvidó que no podía sacar sus piecitos de la tierra.
Pero una mañana, Margarita esperó en vano y su amiguito no volvió (¿Sabés que es “en vano”? Significa que no se realiza lo que deseas). La florcita, inquieta, pensó que le había pasado algo malo. Quizás estuviera enfermo o, peor aún, quizás se había cansado de ser su amigo y no volvería más. Afligida, pensó (¿Sabés que es “afligida”? Significa preocupada) que no sabía su nombre, tampoco podía ir en su busca porque sus piecitos estaban agarraditos a la tierra. Y sintió mucha, mucha tristeza, todo le parecía apagado al no escuchar el parloteo de su amiguito (¿Sabés que es el “parloteo”? El ruidito de las charlas).
De pronto, el cielo cambió de color y se puso gris y comenzaron a caer unas gotitas que mojaron su cara. Enseguida cerró sus petalitos y se escondió pensando que la lluvia era mala. Pero al día siguiente, al despertar, miró a su alrededor y vio que el pastito estaba más alto y más verde, las plantitas habían crecido y en los charquitos que se habían formado, se bañaban los pajaritos. Comprendió entonces la florcita que la lluvia era buena porque ayudaba a crecer a las plantitas y los pajaritos disfrutaban de lo lindo tomando agua con sus piquitos.

¡Qué alegría sintió Margarita al oír el ¡TUI! ¡TUI! de su amiguito que había regresado!
¿Pero qué veían sus ojos? ¡¡¡Su amigo no era amigO, era amigA!!! Era una cotorrita y traía con ella cinco hermosas y pequeñas cotorritas. ¡Eran sus hijitas!! ¡AHHH! … ¡Cómo jugaron todo el día! Margarita estaba tan contenta, que no se afligió al ver que uno de sus pétalos había caído.
Una cotorrita le dijo: - No te preocupes, Margarita, llevaré tu pétalo a conocer lo que es una montaña. Y así lo hizo y a través de su petalito supo cómo eran las montañas.

Transcurrieron los días y en cada uno de ellos la florcita perdía un petalito, que era levantado por el piquito de alguna de las cotorritas que volaron a mostrarle otras cosas. Y así, sin moverse de ese lugar, Margarita conoció los ríos, las lagunas, vio los patitos en ellas, conoció las ranitas y voló junto a las mariposas. ¡Qué feliz se sentía!
Una tarde, sus amiguitas decidieron quedarse junto a ella durante la noche. Ese día Margarita miró con un poco de miedo al cielo, pensando que al irse el sol quedaría todo oscuro. ¡Grande fue su sorpresa al ver que el cielo se llenaba de pequeñas chispitas llamadas estrellitas! Conoció también a una señora gordita llena de pequitas (¿Sabés que es una peca? Son esas hermosas manchitas que tienen algunos nenes en sus caritas) que iluminaba todo el bosque, llamada Señora Luna.
A la florcita no le alcanzaban los ojitos para mirar tanta belleza (¿sabés que es la belleza? Algo muy, muy lindo). Miró a su alrededor y vio a las cotorritas dormidas y comprendió que a pesar de que se estaba quedando un poco peladita, tenía que agradecer tantos conocimientos pues había recorrido muchos lugares aún sin moverse de donde estaba. Y sintió una alegría y una emoción muy grande por haber conocido eso tan lindo que es la Amistad y también sintió que había dado y recibido mucho Amor.
-¡Hola florcita!- cantó el pajarito
-¡Hola pajarito!- contestó Margarita, y comenzaron a jugar como si se conocieran de mucho tiempo atrás, el paj
arito volando alrededor de la florcita y ella sonriendo muy entretenida.Así transcurrió todo el día hasta que el solcito comenzó a caer. El día estaba terminando y el pequeño pajarito se despidió prometiendo volver al día siguiente. Margarita quedó solita y ocultó la carita entre sus pétalos porque sintió miedo al ver que el cielo se ponía oscuro, y se durmió.
Al día siguiente ni bien se despertó, miró a su alrededor pensando en encontrar a su amiguito, quien no tardó en llegar y comenzaron a jugar. Así transcurrieron muchos días y Margarita se sentía tan feliz que olvidó que no podía sacar sus piecitos de la tierra.
Pero una mañana, Margarita esperó en vano y su amiguito no volvió (¿Sabés que es “en vano”? Significa que no se realiza lo que deseas). La florcita, inquieta, pensó que le había pasado algo malo. Quizás estuviera enfermo o, peor aún, quizás se había cansado de ser su amigo y no volvería más. Afligida, pensó (¿Sabés que es “afligida”? Significa preocupada) que no sabía su nombre, tampoco podía ir en su busca porque sus piecitos estaban agarraditos a la tierra. Y sintió mucha, mucha tristeza, todo le parecía apagado al no escuchar el parloteo de su amiguito (¿Sabés que es el “parloteo”? El ruidito de las charlas).

De pronto, el cielo cambió de color y se puso gris y comenzaron a caer unas gotitas que mojaron su cara. Enseguida cerró sus petalitos y se escondió pensando que la lluvia era mala. Pero al día siguiente, al despertar, miró a su alrededor y vio que el pastito estaba más alto y más verde, las plantitas habían crecido y en los charquitos que se habían formado, se bañaban los pajaritos. Comprendió entonces la florcita que la lluvia era buena porque ayudaba a crecer a las plantitas y los pajaritos disfrutaban de lo lindo tomando agua con sus piquitos.

¡Qué alegría sintió Margarita al oír el ¡TUI! ¡TUI! de su amiguito que había regresado!
¿Pero qué veían sus ojos? ¡¡¡Su amigo no era amigO, era amigA!!! Era una cotorrita y traía con ella cinco hermosas y pequeñas cotorritas. ¡Eran sus hijitas!! ¡AHHH! … ¡Cómo jugaron todo el día! Margarita estaba tan contenta, que no se afligió al ver que uno de sus pétalos había caído.
Una cotorrita le dijo: - No te preocupes, Margarita, llevaré tu pétalo a conocer lo que es una montaña. Y así lo hizo y a través de su petalito supo cómo eran las montañas.

Transcurrieron los días y en cada uno de ellos la florcita perdía un petalito, que era levantado por el piquito de alguna de las cotorritas que volaron a mostrarle otras cosas. Y así, sin moverse de ese lugar, Margarita conoció los ríos, las lagunas, vio los patitos en ellas, conoció las ranitas y voló junto a las mariposas. ¡Qué feliz se sentía!
Una tarde, sus amiguitas decidieron quedarse junto a ella durante la noche. Ese día Margarita miró con un poco de miedo al cielo, pensando que al irse el sol quedaría todo oscuro. ¡Grande fue su sorpresa al ver que el cielo se llenaba de pequeñas chispitas llamadas estrellitas! Conoció también a una señora gordita llena de pequitas (¿Sabés que es una peca? Son esas hermosas manchitas que tienen algunos nenes en sus caritas) que iluminaba todo el bosque, llamada Señora Luna.
A la florcita no le alcanzaban los ojitos para mirar tanta belleza (¿sabés que es la belleza? Algo muy, muy lindo). Miró a su alrededor y vio a las cotorritas dormidas y comprendió que a pesar de que se estaba quedando un poco peladita, tenía que agradecer tantos conocimientos pues había recorrido muchos lugares aún sin moverse de donde estaba. Y sintió una alegría y una emoción muy grande por haber conocido eso tan lindo que es la Amistad y también sintió que había dado y recibido mucho Amor.

Y con una sonrisa muy, muy grande se durmió esta vez con los petalitos al viento, tranquila, sin miedos y agradeció a ese ser tan grande y bueno del que había oído hablar, ese señor llamado DIOS. Y colorín colorado… este cuento ha terminado.
¡ Hasta pronto!!
Abuela Tata.
¡ Hasta pronto!!
Abuela Tata.
3 comentarios:
Soy Arianna tengo 7 años me encantaron los cuentos que escribiste estan re buenos,el gusanito triste , me gusta la parte donde esta el arbol y la mariposa,y la florcita margarita me gusta la parte cuando margarita esta con sus amigos los pajaritos.
Hola Ariana, me encanta que te encante!! Pronto conocerás al Cocofrutito y con él muchas aventuras!! Besotes, La Abuela Tata
UUUyyyyyy!!! Me comí una N de tu nombre...es que estaba tan rica!!!! Pero ahora te la regreso!! Besotes, Arianna!! La Abuela Tata
Publicar un comentario