Existió hace mucho mucho tiempo en un hermoso bosque, la historia de un pequeño pajarito al que llamaban Penacho Colorado.¿Por qué lo llamaban así? Porque este pajarito había nacido diferente, pues tenía entre las plumitas de su cabecita un largo y paradito penacho (¿Sabes lo que es un "penacho"? Es un mechoncito o un montoncito, en este caso, de plumitas porque era un pajarito) color rojo o colorado (¿Sabés que es lo mismo?) muy fuerte, te diría que casi brillante.
Cuando el pajarito tuvo que ir a la escuela, se preparó muy bien, contento de imaginar que iba a estar con otros pajaritos que serían sus amiguitos y con quienes jugaría todo tipo de juegos.
Pero grande fue su desilusión al oír a sus compañeritos reírse de su mechoncito colorado y, más aún, no querer jugar con él pues era diferente. Y le gritaban "¡Penacho Colorado!"
Sólo una pequeña pajarita llamada Rosita se acercó y trató de consolarlo (¿Sabés que es "consolar"? Tratar de calmar amablemente a otro) quitándole importancia al comportamiento de sus compañeros. En cambio, ella compartió con él las ricas miguitas que su mamá le había dado para la merienda y aceptó las que le daba Penacho.
Así pasó el día y cuando la maestra los despidió, Rosita le dijo: "¡Hasta mañana, Penacho!" y el pajarito sintió que cuando su amiguita decía el sobrenombre, éste no era tan feo.
Cuando entró en su casita, la mamá muy alegre le preguntó como había sido su primer día de clase. Penacho suspiró muy triste y le contó lo que había pasado.
Su mamá sintió un poquito de tristeza también, pero sin demostrarlo le dijo: "Querido hijito, es verdad que eres diferente, has nacido así, pero por algo ha sido, quizás Dios tiene para tí alguna misión (¿Sabes que es una "misión"? Es algún trabajo o algo que deberás hacer) y con el tiempo todos tus amiguitos te amarán por lo que tú eres". Penacho se sintió un poquito mejor y como amaba mucho a su mamá y ella nunca le había mentido, creyó en lo que le había dicho.
Al otro día y al otro y al otro los compañeros de clase siguieron con sus burlas, dejando a Penacho Colorado cada vez más solito y, salvo en los momentos en que Rosita lo veía en un rinconcito de una ramita y venía a jugar, las tardes eran para el pajarito muy feas.
Hasta que una mañana, cuando su mamá vino a despertarlo para ir a la escuela encontró al pajarito con muchos moquitos y pensó que Penacho estaba muy resfriadito y lo dejó faltar a clase, sin saber que la naricita tapada de Penacho era de tanto llorar durante toda la noche por lo que le pasaba.
Se quedó en su camita y su mamá le trajo unas ricas miguitas de una torta que había sacado del horno. A medida que pasaba el día, Penacho se sintió mejor, pero estuvo pensando qué podía hacer para no ir más a clase, para no soportar más burlas, pero también pensó que si no iba no aprendería a leer, a escribir, y por sobre todas las cosas, no volvería a ver a su amiguita Rosita.
En ese momento se sintió un griterío y algunos llantos. ¿Qué pasaba? El pajarito se bajó de la cama y miró por la ventana. Todos los pajaritos grandes y pequeños volaban y piaban tanto que no se entendía nada.
Su mamá se asomó y preguntó qué había pasado y una señora pajarita contestó: -¡ Se ha perdido Rosita! No la encontramos por ningún lado, parece que distraída jugando se alejó hacia el Bosque Negro (así le llamaban a un bosque cercano porque era muy oscuro). ¡Nadie la volvió a ver ni tampoco se animan a ir a buscarla porque tienen miedo!
Al oír sobre su amiguita, Penacho abrió su piquito y pió muy fuerte- ¡Yo la buscaré y la voy a encontrar! Todos dejaron de piar y lo miraron muy serios.
Los papás de Rosita se acercaron y dijeron: - ¿Serías capaz, Penacho ? Nosotros volamos toda la tarde y no la vimos porque hay muchos árboles y no podemos darnos cuenta de dónde está...
-Sí, yo iré gustoso porque es mi mejor amiga-, dijo el pobre Penacho, sin aclarar que ella era su única amiga.
Entre trinos y aleteos, todos los pajaritos del lugar acompañaron a Penacho hasta el Bosque Negro, pero no entraron con él. Mientras tanto, los papás de Rosita volarían por encima de los árboles para ayudar en el caso de que Penacho la encontrara.
Al principio Penachito sintió miedo, pero a pesar de que su corazoncito latía muy fuerte, buscó y buscó llamando a su amiguita.
-¡Rositaaa!! ¡Rositaaaa!!!
Nada...
-¡Rositaa!-, volvió a piar y de pronto escuchó un "...Aquí estoy..." muy débil, que venía de una cueva de un árbol.
Voló rápidamente hacia allí y con gran alegría encontró a Rosita quien, pobrecita, tenía un alita rota.
-¡Penacho, que alegría!-, dijo la pajarita con sus ojitos llenos de lágrimas, - creí que nadie me encontraría!
Penacho, muy emocionado, ayudó a la pajarita a ponerse de pie y a subirse sobre su espaldita y con gran esfuerzo comenzó a volar.
Y subió y subió hasta lo más alto de la copa de un gran árbol, donde apoyó a Rosita. Comenzó a aletear para llamar la atención de los papás que sobrevolaban el bosque.

Nada pasó, y Rosita dijo:-Es inútil, no nos encontrarán.
Penacho sintió que debía creer y tener fe y así se salvarían los dos. Los papás de Rosita, muy angustiados (¿Sabes que es "angustiados"? Estar muy, pero muy, preocupados) buscaban y buscaban, cuando de pronto sobre la copa muy verde de los árboles vieron que se asomaba algo muy rojo y brillante. ¿Adivinan qué era? ¡¡Era el hermoso mechoncito de Penacho Colorado!! ¡¡Qué alegría, gracias a Penacho habían encontrado a su hijita!!!
¿Y qué creen que pasó cuando llegaron a sus hogares? ¡Estaban todos los compañeritos de la escuela esperando a Penacho, y cuando éste llegó lo rodearony le pidieron perdón por todo lo que lo habían hecho sufrir! Y reconocieron que sí, que Penacho era diferente, pero por suerte esa diferencia había ayudado a una pichoncita.
Al volver a las alitas de su mamá, Penacho pensó en las palabras de consuelo que ella le había dicho y ahora sí comprendió el significado de ellas y al pasar por un charquito de agua en donde se reflejaba, miró su penacho y sonrió contento. ¡Sí! ... quizás Dios lo había elegido para que fuera como un angelito de la guarda, y agradeció, contento de ser Penacho Colorado.
Y Colorín Colorado...este cuento se ha acabado.
¡Hasta pronto, amiguitos!
La Abuela Tata
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